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EL DESAFÍO JUNTO AL ESPINO

  Una mañana, el Creador recogía rocío en una hoja de magnolio para regar una flor que nacía entre las grietas de una piedra, cuando sintió una presencia que no era de ese lugar. De la sombra de un espino centenario, como si la oscuridad misma se hubiera condensado, surgió el diablo. Aquel que creía que toda armonía necesitaba un desafío para probar su valor. Vestía no un traje de carbón, sino el gris cambiante de las nubes de tormenta, y sus ojos reflejaban no el fuego, sino el relámpago antes de estallar. "Observo tus pájaros," dijo el Diablo, su voz como el roce de hojas secas. "Todos iguales en su perfección predecible. ¿No te aburre tanta repetición?" El Creador dejó que una gota de rocío cayera sobre un capullo cerrado. "Cada gorrión canta una canción única. Tu oído no está afinado para escucharla." "Propongo un desafío," insistió el Diablo, y en sus palabras había el zumbido de mosca atrapada en tela de araña. "Mañana, al primer canto...

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